Leyendas de la Catedral de Sevilla II

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“Sevilla es una ciudad que desafía a la literatura. Es simplemente una de las ciudades más bellas del mundo, con una historia que atraviesa siglos y maravillosos monumentos y edificios junto a frondosos parques con el sereno río Guadalquivir discurriendo por el centro de la ciudad.”

The Guardian 2008

LAS LÁGRIMAS DE SAN PEDRO
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Se trata de una tradición muy antigua que resulta desconocida todavía para muchos sevillanos.
La referencia más antigua data de 1403, cuando el infante D. Carlos por la toma de Antequera ordena celebrar regocijos por la noche de san pedro desde la Giralda.
El día 28 de Junio de cada año, a las doce de la noche, seis clarineros acompañados por siete alabarderos, todos con uniforme de gala, entran por la puerta de Campanillas de la catedral al Santísimo en la Capilla de la Virgen de los Reyes, se dirigen a la entrada de la Giralda. Allí quedarán formados los siete lanceros, siguiendo hasta el campanario los seis clarineros.
En el cuerpo de campanas, comienza a tocar una melodía que se repite tres veces, en recuerdo de las tres negaciones de San Pedro, desde cada una de las caras del campanario: la primera hacia el Alcázar, después hacia el Aljarafe, la plaza de San Francisco y la plaza de la Virgen de los Reyes.
Este rito se repite en la mañana del día 29, festividad de San Pedro a las 9:30h. y a las 12 del medio día. Desde hace unos años la Giralda anuncia la fiesta de San Pedro con un toque solemne de campanas.
Es un bello recuerdo del pasado que merece la pena no olvidar.

LAS CADENAS DE LA CATEDRAL
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Las cadenas de la catedral de Sevilla se pusieron en 1.565 para evitar que los mercaderes de las gradas que rodeaban al recinto, entraran con cabalgaduras en los días de mal tiempo para refugiarse. También servían para acogerse al derecho de asilo que los ciudadanos desesperados imploraban ante la dureza que demostraba la justicia ordinaria en aquel momento: siglo XVI. Este derecho, impedía que los representantes de la justicia penetraran en lugares sagrados para ejecutar sus acciones.
Esta disposición de las cadenas en torno al edificio, propiciaba roces y pleitos entre las distintas jurisdicciones que tardaban largos períodos de tiempo en resolverse.
Al hecho de refugiarse de esta forma se le conoce como retraimiento. No siempre era respetado y dependía del grado del delito cometido.
Las cadenas eran frontera de la vida ajetreada del exterior del recinto catedralicio y de la paz y sosiego imperantes en el interior del recinto sagrado.

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